Jerencio: Utopía que cambió mi vida
¿Cómo va, gente? ¿Bien? Me alegro, porque yo estoy estudiando. Esa es la incomprendida pero verídica razón acerca de mis esporádicas apariciones en este hermoso lugar, que nada tiene que envidiarle a los Campos Elíseos. Hablando de eso, tuve la suerte de tener un breve contacto con mi padre hace poco, el Gran Señor Hades. Recuerden que como todo Dios, no tiene tiempo para atender a sus hijos, y yo esto lo entiendo. No me molesta que no tenga tiempo para mí. Ser el administrador del Inframundo es bastante complejo, casi como tener una empresa. Es más, hasta diría que es como el Coco Basile en Racing: una empresa en donde tiene que manejar un grupo de muertos. Jaja, no mentira. Un saludo para el trolo de Lucio, futuro administrador de un cabaret de enanos.
Como ya estoy grande, quise preguntarle sobre las mujeres: qué mierda quieren, para qué hacen tanto lío, o cómo hacen para aguantarse las ganas de mear en la calle. Así como el Dios católico, él tampoco supo responder a mis incógnitas. Solamente me aseguró de que son todas iguales, y me ofreció un par de ninfas que estaban más buenas que comerse cuatro hamburguesas después de fumar marihuana en la vía pública. Por supuesto que accedí, previo a verificar que no tengan pene (el maldito me jodió la última vez). No voy a entrar en detalles en esa parte, solo voy a decir que cuando muera voy a estar en buenas manos, jiji. Aún así, no pienso morir hasta no cumplir con mi misión, no me lo permitiría. Quédense tranquilos, voy a cambiar todo esto antes de partir. Pero antes de irme por las ramas, quiero rescatar lo que me dijo una de las ninfas: “el signo de Peirce es diferente al de Saussure. Es una tríada compuesta por el signo, el interpretante y el objeto”.
Mi cara de WTF fue la misma que las de ustedes al leer las últimas oraciones. No me pareció raro el contenido de dicho enunciado únicamente, sino también el hecho de que las ninfas tienen prohibido hablar en los Campos. ¿Por qué osó incumplir con una ley, solo para decirme algo que encima ya sabía? Ahí pude comprender una cosa: mi padre cree tener un cierto control sobre el lugar, pero aún así no está tan seguro de su poder. Es como la sociedad y la lengua: la gente recibe un sistema lingüístico heredado de generaciones anteriores, y a pesar de que tiene un control sobre ésta, no puede modificarla fácilmente. Se necesita de un pacto o convención social para que alguien quiera cambiar el signo que representa a un objeto/sujeto.
Pienso yo, que la ninfa violó una ley para beneficiarme. Me recordó que tenía que estudiar. Por ahí no era una gran ayuda, pero valoro el gesto. Lo peor es que sospecho de otro significado connotado (es lo que no se ve a simple vista, a diferencia de lo denotado, principios estructuralistas – estoy a full con el estudio -): por ahí nos parece como que las mujeres son malas, sobre todo por la línea editorial del Maisonier (la cual comparto fielmente, tranquilos). Pero quizá algunas solo lo parezcan, por ahí quieren beneficiarnos, y nosotros tenemos la mente tan puesta en eso que no nos damos cuenta. Hasta pienso que mi padre lo hizo a propósito para que me ponga a pensar en estas boludeces. Lo cierto es que vale la reflexión, y ahora me toca dejar una frase semiológica a mí, tomando conceptos de Benedeto, digo, Benveniste: “sos el discurso que posibilita la construcción de mi subjetividad”.
¡Gracias!
“Lucio es mufa”.
Como ya estoy grande, quise preguntarle sobre las mujeres: qué mierda quieren, para qué hacen tanto lío, o cómo hacen para aguantarse las ganas de mear en la calle. Así como el Dios católico, él tampoco supo responder a mis incógnitas. Solamente me aseguró de que son todas iguales, y me ofreció un par de ninfas que estaban más buenas que comerse cuatro hamburguesas después de fumar marihuana en la vía pública. Por supuesto que accedí, previo a verificar que no tengan pene (el maldito me jodió la última vez). No voy a entrar en detalles en esa parte, solo voy a decir que cuando muera voy a estar en buenas manos, jiji. Aún así, no pienso morir hasta no cumplir con mi misión, no me lo permitiría. Quédense tranquilos, voy a cambiar todo esto antes de partir. Pero antes de irme por las ramas, quiero rescatar lo que me dijo una de las ninfas: “el signo de Peirce es diferente al de Saussure. Es una tríada compuesta por el signo, el interpretante y el objeto”.
Hades y su esposa Perséfone, dioses de los muertos, reciben a Orfeo. Cuadro de Brueghel, con rasgos románticos que se denotan en la forma atemorizante en la que está representada la naturaleza, y por la pasión que transmite.
Mi cara de WTF fue la misma que las de ustedes al leer las últimas oraciones. No me pareció raro el contenido de dicho enunciado únicamente, sino también el hecho de que las ninfas tienen prohibido hablar en los Campos. ¿Por qué osó incumplir con una ley, solo para decirme algo que encima ya sabía? Ahí pude comprender una cosa: mi padre cree tener un cierto control sobre el lugar, pero aún así no está tan seguro de su poder. Es como la sociedad y la lengua: la gente recibe un sistema lingüístico heredado de generaciones anteriores, y a pesar de que tiene un control sobre ésta, no puede modificarla fácilmente. Se necesita de un pacto o convención social para que alguien quiera cambiar el signo que representa a un objeto/sujeto.
Pienso yo, que la ninfa violó una ley para beneficiarme. Me recordó que tenía que estudiar. Por ahí no era una gran ayuda, pero valoro el gesto. Lo peor es que sospecho de otro significado connotado (es lo que no se ve a simple vista, a diferencia de lo denotado, principios estructuralistas – estoy a full con el estudio -): por ahí nos parece como que las mujeres son malas, sobre todo por la línea editorial del Maisonier (la cual comparto fielmente, tranquilos). Pero quizá algunas solo lo parezcan, por ahí quieren beneficiarnos, y nosotros tenemos la mente tan puesta en eso que no nos damos cuenta. Hasta pienso que mi padre lo hizo a propósito para que me ponga a pensar en estas boludeces. Lo cierto es que vale la reflexión, y ahora me toca dejar una frase semiológica a mí, tomando conceptos de Benedeto, digo, Benveniste: “sos el discurso que posibilita la construcción de mi subjetividad”.
¡Gracias!
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