Ser o desaparecer
Resulta común escuchar bondades sobre la
globalización en los medios de comunicación, y en algún que otro comentario de
café. Y claro, quién no vería con buenos ojos poder estar en contacto con
personas de todo el mundo de manera virtual, acceder a productos culturales que
se encuentran en países distintos, o hasta saciar nuestra sed con una Coca
Cola, en un pueblo del interior de la Argentina. Sin embargo, esta forma de
vida también esconde un lado negativo detrás de la satisfacción de esas falsas
necesidades, que nos obliga a replantearnos tanto el mismo tema de la
globalización, como el accionar del sujeto frente a la naturaleza.
Podría empezar por enumerar las consecuencias
que genera la globalización para sostener al sistema capitalista, pero eso
llevaría una extensión superior a la que demanda este artículo. Es así que me
limitaré a analizar el otro costado de la historia: los riesgos que asume el
planeta. Basta con ver los noticieros para darse cuenta de lo que me refiero.
Problemas financieros (recortes salariales, despidos), sociales (violencia,
robos, discriminación) hasta ambientales (inundaciones, tala de árboles
indiscriminadamente, extinción de especies).
Según Beck, por “riesgo” entendemos la
exposición voluntaria y deliberada, ante un daño, en vista a conseguir un
éxito. De esta manera, el autor señala cómo la humanidad convive constantemente
con peligros para satisfacer a un sistema que lo lleva a su propia destrucción.
De dicha curiosa relación que mantiene el
hombre con su entorno, destacamos lo llamativo de la manera en que construye su
propia identidad. Pensemos: el hombre se constituye como sujeto, en tanto
identidad que se “sujeta” al contexto en el que está inserto. Allí adquiere su
razón de ser, que básicamente consiste en la destrucción de ese mismo entorno.
¿Por qué? Cuando necesita algo, lo destruye y no se preocupa por reponerlo,
promovido por la ambición de las grandes multinacionales que generan graves
perjuicios mayoritariamente en tierras latinoamericanas.
A esta contradicción, en donde el humano se
mata a si mismo en pos de una identificación, Beck la califica como una
“irresponsabilidad organizada”. “La producción de daños –sigue- o riesgos por
parte del sistema productivo queda legitimado y justificado ante la opinión
pública, llegando a la situación paradójica en la que las regulaciones sobre
los riesgos dejan de crecer”, pero “la producción de estos (…) ha aumentado
exponencialmente en las últimas décadas”.
Ahí hay un llamado de atención para los comunicadores,
que muchas veces legitimamos el hecho de tener que correr riesgos innecesarios
para la vida, sin darnos cuenta de que estamos cayendo en la misma dialéctica
antes señalada de identidad-sentido. El periodismo debería adoptar una posición
más crítica frente a los acontecimientos que a priori parecen cotidianos y de
sentido común, pero que justamente el capitalismo hace que parezca. Quizá uno
de los caminos a seguir, para empezar sería teniendo en cuenta el armado de una
Declaración Universal que abogue por los derechos de la naturaleza, que
corresponderían ubicarse por sobre los propios derechos humanos, si es que
queremos dejarle a nuestros hijos un planeta todavía habitable.
Gracias.
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